Después de lo que hemos oído esta tarde cabe preguntarse: ¿qué les hemos hecho para que no se prodiguen más?Lo cierto es que el concierto de esta tarde en la Catedral no ha defraudado a nadie.La música empezó a cargo del Conjunto Instrumental Ramón y Cajal que con acierto dirige Fernando Martínez Navarro quien, con su simpatía habitual, presentó las diferentes piezas interpretadas entre las que destacamos muy especialmente un Solo para flautín de Antonio Vivaldi que corrió a cargo de Mehdi Kebdani quien, pese a sus pocos años, ha desarrollado ya gran maestría en la flauta dulce.El director del coro invitado, el Jovellanos de Alhucemas, José Sevilla Nohales, quien reavivó la música coral en el Centro Español de la ciudad rifeña fue presentando un repertorio variado (de Shubert a boleros, pasando por hermosas habaneras) y popular que gustó mucho.Y por fin salió a la escena (o al presbiterio) el Coro del Instituto Severo Ochoa. El comienzo fue especial: la interpretación a la guitarra por Driss El Bouacheri y Juan Rodríguez del estreno mundial de la pieza Viaje a Rifflandia concebida y compuesta por Driss El Bouacheri durante el viaje que el coro hizo en febrero a Alhucemas.
Después fueron desengranándose las canciones de un repertorio que, si bien mantiene piezas “históricas” como el animado Tourdion, ha sido muy renovado por la impronta de Carmen Muñoz, que sabe mezclar con acierto lo popular, lo español y lo culto.Tras un Anda, jaleo, un Ay, linda amiga, una Jota de la Dolores y una canción de la versión de Karl Orff de los Carmina Burana (entre otras muchas) el coro nos quitó el aliento con el entusiasmo con el que cantó Hosanna.
Hind Bakali y Kawtar Amrani brillaron como solistas. Con Kawtar podemos hasta permitirnos violar el principio de no contradicción (al fin y al cabo las emociones quedan fuera de la razón y de la lógica) y decir que queremos que se vaya y que se quede: que se vaya porque significará que ha acabado bien sus estudios y que alcanzará el curso próximo su meta universitaria y que se quede porque echaremos en falta su voz, su simpatía y su belleza.
La canción que saltó el estrecho, La Tarara, puso cierre al concierto en las voces de todos los que habían participado en él, los intérpretes del Ramón y Cajal, del Melchor de Jovellanos y del Severo Ochoa.Al salir, nadie se quejó del frío, todo eran felicitaciones y alguna que otra lección de filosofía.