Tras un agotador viaje en el que los nervios de la emoción impidieron dormir a más de uno, nuestro coro ha llegado al Instituto "Giner de los Ríos" de Lisboa lo suficientemente temprano como para ser los primeros para los que se abrieran las puertas del centro.
Afortunadamente no tardó en aparecer Concha Vilches, la directora del coro lisboeta quien, tras los saludos de rigor entre viejos conocidos, nos facilitó un buen desayuno y nos acompañó, tras solucionar los últimos detalles, a la parada del tranvia que nos llevó a nuestro primer destino, el Monasterio de los Jerónimos de Belem, con el propósito de imbuirnos en las maravillas que ofrece la ciudad del Tajo y relajarnos después de la noche pasada en el ómnibus.
Visitamos la iglesia del monasterio, vimos las tumbas de Camoens y Da Gama, nos maravillamos ante el riesgo arquitectónico y la belleza decorativa del estilo manuelino de portadas y naves para, finalmente, solazarnos en el soleado claustro brillante por la maravillosa luz lisboeta, contemplar de nuevo la nave, ahora desde el coro superior, y salir hacia la Torre de Belem, no sin lamentar no disponer de más tiempo.
La Torre de Belem, que parece flotar sobre las aguas del río, no ha tenido suficientes escalones en sus diferentes plantas como para contener el entusiasmo que todavía era capaz de dar impulso a nuestras cansadas piernas.
Tras un pequeño descanso hemos comido en el "Giner de los Ríos" y sin desfallecer (pero casi) ha tenido lugar un primer ensayo que tiene que ayudarnos a que los conciertos que hemos venido a ofrecer nos salgan lo mejor posible.
Después, acabadas las clases de nuestros anfitriones, hemos ido con ellos a conocer a las familias que generosamente nos acogerán estos días.